jueves, 18 de septiembre de 2008

Palabras de Oro



Hoy más que nunca, me gustaría que mis palabras pudieran llegar a los que sólo conocerán este pregón a través de la lectura; a los que no han podido disfrutar escuchando Amargura, ni lo harán en esta vida, como aquella niña que lo primero que oyó fueron las campanas del Cielo el día que supe que estaría con vosotros; a los que no saben por qué nos gusta tanto el arranque de Estrella Sublime o el trío de Esperanza Macarena; a los que nunca oirán las bambalinas de Gracia y Esperanza, resonando contra las paredes blancas de Caballerizas, tan solo vestidas con la luz de la candelería de Su paso, en ese momento de la noche en que vemos marcharse a la Virgen camino de San Roque, a compás de los versos de Rodríguez Buzón y nosotros nos quedamos solos, pisando el suelo que un momento antes pisaron Sus costaleros, dudando entre rematar en Triana, en San Juan de la Palma o en San Julián el día que estuvimos esperando todo el año y se nos ha escapado de la memoria sin darnos cuenta. Quisiera hacer temblar las entrañas de los que viven en un mundo de silencios, cuando una campana seca, destemplada y acompasada de un muñidor anuncia cortejo mortuorio de otra época, y lo que ya se nos escapa es la semana entera que sirve de excusa para el resto del año; una Mujer con Su Hijo en brazos, muerto por amor, cruza las calles cansadas del bullicio, dieciocho dolientes y una ciudad por testigo. Quisiera hacer llegar mi voz a los que no saben cómo es el rugido de expectación de otra Campana, después de la larga espera, cuando seis ciriales doblan la esquina de la antigua Farmacia Central, confirmando que la Más Hermosa entre las mujeres ya está parada en El Duque, a punto de dar la Madre de todas las Chicotás. Me dirijo a los que ignoran el crujido del madero del Crucificado de La Magdalena, tan muerto que todo a su alrededor llama a la muerte, Calvario inmenso de negrura que cruza Sevilla entre Esperanzas de Resurrección; o el tintineo de las campanitas de la borrica de la ilusión; el de las águilas de plata de la Señorita Alfarera, que pintaba loza fina en un taller del final de la calle Castilla; el crepitar de los hachones del que fue de Burgos y lo quisieron en Sevilla; los cantos de las Hermanitas a la más Señorial y más Amarga; el ruido de los corbatines contra los varales de la Panadera que engendró el Pan de Amor; el de los rosarios chocando contra doce varales calados, tan huecos como el sueño que dibujó un paso en sepia y marfil de un Jueves Santo que sólo existe en una calle Feria de oficios y mantillas; el redoble inconfundible de la Centuria; los solos de Julio Vera; la voz señorial, sacada de las viejas dinastías de los muelles, de Rafael Ariza mandando a su Virgen del nombre redondo; la de Alberto Gallardo llamando a su gente canela y clavo, para romper la mañana delante de una Gitana de piel morena y mantilla fina de encaje, Angustiada porque quieren matar a Su Hijo. Le hablo a los que nunca notarán cómo se descompone una marcha cuando la banda nos deja atrás, invirtiendo el orden de los instrumentos, mientras se disuelve la espera y nos quedamos con la mirada clavada en un manto, una corona y unos candelabros de cola.
Y me dirijo también, cómo no, a los que todos los años vemos en las mismas calles, en las mismas esquinas, en las mismas sillas de rueda, a la misma hora y viendo la misma cofradía; a los que tienen que seguir disfrutando de la mano del padre o la madre, a pesar de que el calendario de la vida pudiera presumir otra cosa o a los que en la Ciudad de la Luz nunca la disfrutarán, como ese hombre, que yo conozco, repartiendo ilusiones todo el año entre El Duque y El Museo, que recobra la vista un lunes de primavera con la Fe y la Devoción, a través del brillo de la mirada más limpia y transparente de toda Sevilla, la de su Virgen de las Aguas.
Hoy alzo mi voz por aquellos a quienes la vida quiso poner más trabas de las que ya de por sí tiene para todos, pero el Cielo les mantuvo la gracia de ser cofrades en Sevilla.
Enrique Esquivias de la Cruz , Entrada del Pregón de Semana Santa de Sevilla de 2007

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